pintemos...
Desconfiada y esperanzadamente pelé aquel pepino dulce. Curiosamente lo pelé observando sus colores tan bellos… nunca me había detenido a pensar en que el morado como que consume poco a poco al amarillo y se abrazan apretadamente tiñendo por completo la cáscara.
Tal cual descubrí la belleza de los porotos negros, el otro día cuando mi madre me pidió que los echara a remojar. Hacía tiempo que me simpatizaban los porotos negros como para hacer un collar o algo decorativo, pero después de todo es un poroto y no podría evitar su naturaleza germinadora. Los bellos porotos se tiñeron de morado-lila intenso al contacto con el agua… y el agua salía más oscura que el jugo de betarraga. Que belleza ocultan esos porotos morados.
Y bueno, el pepino ahí estaba todo bonito y poco a poco mostrándose tentadoramente jugoso y yo recordé que hace unos días me comí a uno de sus parientes y estaba todo amargo, pero también me acordé de las palabras de mi madre diciéndome que es cosa de suerte que ella se comió uno dulcecito. Es como con las naranjas o las mandarinas: siempre son más dulces las que te convidan otros que las del frutero de tu casa. Y fue cierta su reflexión porque el pepino de bellos colores estaba todo dulce, como fruta de verano –a pesar del día invernal- igual yo no me conformé y me comí otro pepino, esta vez sin reflexionar tanto –pelando velozmente, sin detenerme en observar sus pepas, ¿o son semillas esas cosas que tiene dentro?- me lo comí rápido y por atolondrada e inconformista el pepino estaba desabrido. Bu!.
Los sabores y los colores son todo un mundo. Que belleza oculta tienen sobretodo al ir mezclándose es una constante lucha. Como tomar de esos helados ricos del yogen fruts (no sé cómo se escribe) y descubrir que el chocolate le gana a todos. Que el melón absorbe con descaro a la piña que tímida –o quizá tenazmente- no concede la victoria y resiste con su textura de piña luchadora. Y la mora que con sus pelotitas y color de mora se mantiene a la defensiva ante el chocolate, pero no se da cuenta que el chocolate es invencible. Ya saben: el chocolate vanidoso vence y aminora al resto.
Tal cual descubrí la belleza de los porotos negros, el otro día cuando mi madre me pidió que los echara a remojar. Hacía tiempo que me simpatizaban los porotos negros como para hacer un collar o algo decorativo, pero después de todo es un poroto y no podría evitar su naturaleza germinadora. Los bellos porotos se tiñeron de morado-lila intenso al contacto con el agua… y el agua salía más oscura que el jugo de betarraga. Que belleza ocultan esos porotos morados.
Y bueno, el pepino ahí estaba todo bonito y poco a poco mostrándose tentadoramente jugoso y yo recordé que hace unos días me comí a uno de sus parientes y estaba todo amargo, pero también me acordé de las palabras de mi madre diciéndome que es cosa de suerte que ella se comió uno dulcecito. Es como con las naranjas o las mandarinas: siempre son más dulces las que te convidan otros que las del frutero de tu casa. Y fue cierta su reflexión porque el pepino de bellos colores estaba todo dulce, como fruta de verano –a pesar del día invernal- igual yo no me conformé y me comí otro pepino, esta vez sin reflexionar tanto –pelando velozmente, sin detenerme en observar sus pepas, ¿o son semillas esas cosas que tiene dentro?- me lo comí rápido y por atolondrada e inconformista el pepino estaba desabrido. Bu!.
Los sabores y los colores son todo un mundo. Que belleza oculta tienen sobretodo al ir mezclándose es una constante lucha. Como tomar de esos helados ricos del yogen fruts (no sé cómo se escribe) y descubrir que el chocolate le gana a todos. Que el melón absorbe con descaro a la piña que tímida –o quizá tenazmente- no concede la victoria y resiste con su textura de piña luchadora. Y la mora que con sus pelotitas y color de mora se mantiene a la defensiva ante el chocolate, pero no se da cuenta que el chocolate es invencible. Ya saben: el chocolate vanidoso vence y aminora al resto.